Por Alejandro Patat
(Publicado en Círculo de la Historia número 128, mayo de 2007).
Antes de que el Gran Buenos Aires se convirtiera en el bastión del peronismo, esta región representó un plato sumamente apetecible para los partidos políticos que se disputaban el poder en la provincia de Buenos Aires. Los conservadores, vía fraude electoral, lograron imponer a sus hombres a lo largo de la década del treinta. Sin embargo, en 1940, la UCR logró importantes y notorios avances.
Hipótesis
Sí. Ya sé que el peronismo no existía en 1940. Sin embargo, las huestes de votantes del Gran Buenos Aires que a partir de 1946 se iban a incorporar al peronismo, ya existían, en buena medida al finalizar la década de 1930. También existía el Gran Buenos Aires.
Justamente, en esta nota intentamos romper con un mito muy difundido: el que nos mantiene en la creencia, por cierto subjetiva, de que al Gran Buenos Aires, lo creó Perón a los fines de beneficiarse electoralmente.
Es cierto que una enorme masa de gente se incorporó al Gran Buenos Aires en las décadas de 1940 y 1950. Pero también debemos afirmar que ya en la década de 1920 y 1930, el Gran Buenos Aires era una realidad palpable y que por otro lado, tenía ya un enorme peso electoral a la hora del sufragio en la provincia. En base a los datos de las elecciones de 1940 en la provincia de Buenos Aires, veremos si esto que afirmamos, es válido o no.
Por otro lado, intentaremos dilucidar, a partir de los datos de que disponemos, acerca de cual fue el partido que mayor masa de votantes obtuvo en las elecciones de 1940 en el Gran Buenos Aires.
¿Qué era el Gran Buenos Aires en 1940?
Generalmente se considera al Gran Buenos Aires como la región de la provincia de Buenos Aires que rodea a la Capital Federal, por lo cual, debemos tener en cuenta, que esta realidad está íntima unida al crecimiento de la ciudad de Buenos Aires, y que su mayor impulso demográfico, justamente, se produce desde fines del siglo XIX, cuando la capital de la República, inicia un franco período de expansión.
En la segunda mitad del siglo XIX, la mayor parte de los recién llegados al Gran Buenos Aires pertenecían al viejo continente, registrándose en partidos como San Fernando, Quilmes o Morón una presencia de italianos y españoles, significativamente preponderante -sobre todo al finalizar el siglo- respecto de la población criolla. Es cierto que la población nativa seguía siendo mayoritaria, pero debemos resaltar que los censos, nos permiten considerar una realidad muy particular: en la mayoría de los distritos del Gran Buenos Aires, a fines del siglo XIX las familias eran casi enteramente de origen extranjero.
A partir de los años veinte, y sobre todo de los treinta, comienzan a llegar al Gran Buenos Aires, migrantes de las provincias del interior del país y de la propia provincia de Buenos Aires, acompañando el acelerado proceso de industrialización que se estaba produciendo en la gran ciudad. De manera que son estas dos corrientes: la de los inmigrantes europeos (más bien sus hijos) y la de los inmigrantes del interior del país, quienes van a conformar las huestes de votantes de los años treinta y cuarenta. Posiblemente, como señalara Gino Germani, estos votantes provinieran de una tradición más bien conservadora, paternalista, y siguiendo a Luis Alberto Romero, de tipo reformista, más que revolucionaria. Esta sería la tradición de los futuros votantes del peronismo: escasa preparación cultural y reciente inserción en las estructuras institucionales de la República.
El peso del Gran Buenos Aires
En primer lugar, debemos aclarar, que hacia fines de los años cuarenta, el Gran Buenos Aires no estaba integrado por los 28 partidos que lo componen actualmente, sino por 16 distritos. Las divisiones posteriores y la última incorporación de Pilar, Rodríguez, Marcos Paz y Ezeiza llevan el total a los actuales 28 distritos. ¿Cuáles eran esos partidos? En la zona norte: Las Conchas (actualmente Tigre), San Fernando, San Isidro y Vicente López; en la zona noroeste: General San Martín y General Sarmiento; en la zona oeste: La Matanza, 6 de Septiembre (fue el nombre que por algunos años se le dio a Morón después de la revolución del 30), Merlo y Moreno; y en la zona Sur: Avellaneda, Lomas de Zamora, Esteban Echeverría, Florencio Varela, Almirante Brown y Quilmes.
En los años treinta, tres eran las fuerzas electorales que se repartían el electorado -recordemos que masculino- de la provincia de Buenos Aires: el Partido Demócrata Nacional (Conservador), la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista. En la elección de 1940 se presentó un cuarto partido: la Unión Cívica Radical de Buenos Aires, que obtuvo escasos votos.
No me interesa cansar a nuestros lectores con un análisis pormenorizado en el que se observe la cantidad de votantes y su distribución en los distritos de la provincia. Solamente me interesa señalar algunos hechos que nos permiten demostrar nuestra hipótesis de que antes de 1940 el Gran Buenos Aires era una realidad palpable y que tenía un lugar preponderante dentro de los partidos de la provincia a la hora de contar los votos.
Para esto, en primer lugar, es necesario destacar los distritos de la provincia que en 1940, tuvieron más de 4000 votantes. Estos fueron Azul, Bahía Blanca, Bragado, Chivilcoy, General Pueyrredón, General San Martín, Las Conchas (Tigre), La Matanza, La Plata, Lomas de Zamora, Mercedes, Necochea, 9 de Julio, Pehuajó, Pergamino, Quilmes, San Fernando, San Isidro, 6 de Septiembre (Morón), Tres Arroyos y Vicente López. Sobre 22 partidos con más de 4000 votantes en toda la provincia, 9 eran del Gran Buenos Aires. Un lugar considerable, si se tiene en cuenta que el Gran Buenos Aires estaba constituido por 16 partidos, mientras que la provincia tenía 108 municipios.
A estos datos, debemos agregar que si en toda la provincia, en 1940 el total de votantes fue de 506.232 ciudadanos, en el Gran Buenos Aires, votaron a los partidos que se presentaron a las elecciones 143.818 sufragantes, lo que representaba un 28,40 % del total de toda la provincia. El resto de los distritos, apenas duplicaban la cantidad de electores del Gran Buenos Aires. De manera que ganar el Gran Buenos Aires debía ser una de las prioridades electorales de todos los partidos que intervenían en la contienda.
En base a estos simples datos, podemos afirmar que el área que rodeaba a la Gran Capital, minúscula en comparación con la superficie de toda la provincia, resultaba, ya entonces, el plato preferido de los partidos políticos a la hora de engullir votos. Avellaneda, por ejemplo, tenía más votantes que la ciudad de La Plata, capital de la provincia. Si en 1938, en la elección previa a la que estamos considerando, en La Plata votaron poco más de 35.000 electores, en Avellaneda lo hicieron más de 42.000. En Avellaneda, como sabemos, por tres décadas, gobernó la comuna (directa o indirectamente) Alberto Barceló, caudillo conservador. De manera que los «peronistas» de Avellaneda, en 1940 votaban por el Partido Demócrata Nacional. (Nota: el uso del fraude en ese distrito se ve claramente en el hecho de que los radicales, en 1938 tuvieron tan sólo 8000 votos, frente a los casi 33.000 de los conservadores, mientras que en 1940, subieron, misteriosamente, a 20.000, frente a los 23.000 del PDN).
Obviamente, el peso electoral del Gran Buenos Aires se debió al crecimiento sostenido de su masa demográfica que podemos observar en el recuadro 1. El mismo, nos permite también verificar la curva de descenso de la cantidad de pobladores de la Capital Federal en relación con el Gran Buenos Aires, que se inicia a partir de 1914. Es de destacar entonces, que el crecimiento urbano de los partidos que rodean a la Capital Federal no se inició en los años cuarenta, sino que ya se perfilaba a finales del siglo XIX y se aceleró después de 1914.
(En torno a esta cuestión podemos agregar una pregunta al margen: la gran preponderancia que por entonces y más adelante ha tenido el Gran Buenos Aires como escenario de las luchas electorales de la provincia de Buenos Aires ¿No es una forma de intromisión de la propia ciudad de Buenos Aires en la política provincial? ¿Acaso el Gran Buenos Aires no es, en varios sentidos, una prolongación -si bien no simple- de la ciudad? ¿Qué hubiera sucedido si como muchas veces se pensó, el Gran Buenos Aires se hubiera incorporado a su lugar natural, esto es a la capital de la república? Seguramente estas preguntas no tienen una respuesta única, justamente esto no quita que nos las hagamos).
¿A qué partidos votaban los peronistas en 1940?
¿Finalmente, a quiénes votaban los peronistas en 1940? Parece que según los datos, a los conservadores cuando se hacía fraude y a los radicales cuando no.
Sin embargo, a partir de los datos de que disponemos, si bien en todo el Gran Buenos Aires, el radicalismo obtuvo el 53,36 % de los votos, frente al 42,43 % de los conservadores, debemos decir que estas cifras no difieren demasiado de los porcentajes de votantes que acompañaron a estos partidos en el resto de la provincia: en toda la provincia, el radicalismo obtuvo el 53,84 % de los votos, y el conservadorismo, el 41,32 %. Similar ecuación mantuvo el socialismo que tanto en el Gran Buenos Aires, como en el resto de la provincia rondó el 3,5 % de los votos.
De manera que los votantes peronistas, en 1940, votaban a todos los partidos que se presentaban, entre la derecha y la izquierda del arco político, lo que se correspondería con la conformación posterior del justicialismo, que aglutinó a radicales, conservadores y laboristas.
Es interesante, no obstante, destacar el gran peso que tenía el partido Conservador (PDN), logrando, en algunos distritos como Avellaneda, imponerse sobre sus adversarios radicales. No debemos obviar la eficacia del fraude, pero si consideramos el acto elecionario como una forma de «producción del voto», no podemos descartar, entonces, que el aparato conservador era mucho más eficaz que el radical. Posteriormente, este aparato productor del voto estaría en manos del peronismo. El fuerte componente conservador del peronismo puede observarse en esta tendencia a des-plegar una actividad apabullante en torno a las elecciones en el Gran Buenos Aires. La ineficacia del radicalismo en la región, mientras tanto, es algo notable, antes y durante el reinado del peronismo. En 1940, el radicalismo, como vimos, no logró superar en el Gran Buenos Aires, el porcentaje de votantes que tuvo en toda la provincia, incluso lo disminuyó levemente.
Si el Gran Buenos Aires constituía el plato más apetecible de votantes, el partido conservador supo defender el territorio con una fuerza altamente satisfactoria, evitando una derrota estrepitosa frente a sus adversarios radicales.
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